ÁLVARO SIERRA
Editor adjunto
Sin embargo, las fumigaciones han llevado a los cultivadores
a sembrar en nuevas regiones del país.
El día mundial de lucha contra las drogas, que se
conmemora hoy, encuentra a los partidarios de la fumigación
aérea celebrando el tercer año seguido de reducción
del cultivo de coca en Colombia. Sin embargo, la superficie
aún es casi el doble de la que había en 1994,
año en que se inició la aspersión; la
efectividad de la misma -que cuesta mucho dinero- parece bajar,
y la coca (y con ella, los grupos armados) se ha desplazado
a nuevas regiones.
Estas son, entre otras, algunas ideas que surgen de una lectura
detenida del último informe de la Oficina de Crimen
y Drogas de Naciones Unidas -Colombia Coca Cultivation Survey-,
hecho público hace unos días con los resultados
del censo satelital que hace el Sistema Integrado de Monitoreo
de Cultivos Ilícitos (Simci) como parte de un proyecto
similar en siete países productores de narcóticos,
y complementado por los dos vólumenes de cerca de 500
páginas del World Drug Report 2004, quizá el
documento más completo producido hasta ahora sobre
el mercado mundial de narcóticos y que fue presentado
ayer.
Lo bueno
Colombia tiene hoy la mitad de la coca que tenía hace
tres años. De un pico histórico de 163.300 hectáreas
en diciembre del 2000, se pasó a 86.300 para fines
del 2003. Después de ser el campeón mundial
de producción de cocaína pura, con casi 700
toneladas, el potencial se calcula ahora en 440. Putumayo,
que llegó a tener 66.000 hectáreas, hoy cuenta
con menos de 8.000. Y bajó también la superficie
en Guaviare, Catatumbo, Caquetá, Vichada, Bolívar
y Cauca.
Que sea el tercer año consecutivo de reducción
es notorio. Como lo es que por cuarto año seguido se
mantiene un declive en el establecimiento de cultivos nuevos
(los cuales, de todas maneras, son el 70 por ciento del total).
En los tres países andinos que producen toda la coca
del mundo -Colombia, Perú y Bolivia- el cultivo ha
descendido a un mínimo histórico de 154.100
hectáreas, bien por debajo del promedio de unas 200.000
en los últimos 15 años, y el potencial de producción
de cocaína pura para el mercado mundial, 655 toneladas,
es el más bajo desde 1989.
El consumo no disminuye, pero no aumenta. Unos 13 millones
de narices -casi la mitad estadounidenses, aunque cada día
más europeas (3,3 millones) y suramericanas, entre
ellas colombianas y brasileñas- son las responsables
de que las Farc, las Auc y unos 80 mini-carteles se embolsen
año a año los cerca de 700 millones de dólares
que puede costar nuestro más tristemente célebre
producto de exportación, FOB en alguna recóndita
caleta del Pacífico, el Tayrona o La Guajira.
Lo malo
El esfuerzo ha sido muy grande y el resultado, en perspectiva,
contradictorio. Desde que empezó la fumigación,
en 1994, en Colombia, único país que permite
la aspersión aérea, se han fumigado en total
621.221 hectáreas de coca. Y hoy hay casi el doble
de hectáreas de coca cultivadas que al comienzo: de
44.700 en 1994 se pasó a 86.300.
Solo para erradicar en los pasados tres años 77.000
hectáreas hubo que fumigar más de 365.000. Si
se tiene en cuenta que cada una ha costado un promedio de
2.500 dólares, el total es de más de 900 millones
de dólares. Siete salarios mínimos han llovido
todos los días desde el cielo en ese periodo.
Una simple proporción indicaría que la eficacia
de la aspersión aérea parece variar fuertemente
y, en el último año, haber caído en picada.
En el 2001 se fumigaron 5,18 hectáreas para erradicar
una; en el 2002, la proporción mejoró a cerca
de 3 a 1, pero en el 2003 hubo que fumigar 8,66 hectáreas
para erradicar una sola. En el 2002 y el 2003 se asperjó
casi lo mismo, cerca de 130 mil hectáreas, pero la
erradicación disminuyó en casi un tercio: mientras
en el primer año se eliminaron 42.700 hectáreas,
al siguiente, solo 15.800. Un especialista indicó,
empero, que la explicación puede estar en que hay muchas
hectáreas nuevas de coca no fumigada.
El cuadro regional (ver infografía), da cuenta de
la inmensa complejidad del fenómeno. La reducción
nacional casi se explica por la erradicación de unas
67.000 hectáreas en el eje Putumayo-Caquetá,
otras 10.000 en el Catatumbo y cerca de 6.000 en Meta-Guaviare.
Pero Nariño se disparó: pese a que desde el
2000 se han fumigado allí casi 70 mil hectáreas,
los cultivos han duplicado su superficie.
Al pasar del nivel regional al local, cambian las cosas:
aunque en Guaviare la superficie total ha disminuido, en el
este y el centro del departamento ha aumentado. Y hay datos
curiosos, como el de Arauca, donde la superficie cultivada
(que pasó de 2.214 hectáreas a 539 entre el
2002 y 2003) no se corresponde con la fumigada, casi 12 mil
hectáreas.
Lo feo
El nexo de la coca con los grupos armados, con la pobreza
y el desplazamiento es incontestable.
De los 189 municipios cultivadores, hay grupos guerrilleros
en 162 y paramilitares en 86. Y en todos los 43 municipios
donde están presentes los tres grupos a la vez, hay
coca.
Las áreas con cultivos ilíticos tienen niveles
de pobreza y necesidades básicas insatisfechas más
altos que la media nacional. Y muchas de ellas coinciden con
los mayores índices de población desplazada.
La coca ha expandido su geografía: si en el 99 estaba
en 12 departamentos, para fines del año pasado había
llegado a 23, dos más que en el 2000.
Y con la gente, hay paradojas. Pese a la notoria reducción,
el reporte de UNODC sostiene que, como el tamaño de
los cultivos ha venido disminuyendo y la aplastante mayoría
está en lotes de menos de 3 hectáreas, hoy habría
más familias cultivando coca que el año anterior.
En el estimado final no se incluyeron 547 hectáreas
a las que no se les hizo verificación de campo, pero
fueron detectadas en las fotografías satelitales. El
reporte las llama su "alerta temprana". Corresponden
a zonas de 11 departamentos donde se constató la presencia
de nuevos puntos de siembra, que marcan una tendencia a la
expansión por la Amazonia hacia la frontera tripartita
con Brasil y Perú y por el Chocó hacia Panamá.
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