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9 mai 2004
EL TIEMPO
Guardabosques del Putumayo denuncian fumigaciones y se quejan de que les han incumplido


 
 

Los ex cocaleros hablan del regreso de avionetas y de la lluvia menuda de glifosato que estas dejan caer sobre los cultivos de coca.

Reaparecieron en el cielo el nueve de marzo pasado, después de seis meses.

Esta vez, dicen, bañaron también la yuca, la caña, el plátano y el maíz, cultivos con los que remplazaron las matas ilegales para cumplirle al presidente Álvaro Uribe y recibir los 833.333 pesos que les dan cada dos meses por haber erradicado manualmente la coca.

"Esos gringos no distinguen una mata de coca de una yuca", "esos satélites no sirven pa' nada"... El personero toma nota y promete enviar cada queja a la Policía Antinarcóticos.

Fue en esta población del Putumayo, de calores inclementes y aguaceros repentinos, donde el Gobierno comenzó su Programa Guardabosques hace un año para recuperar ecosistemas estratégicos cultivados con coca, proteger los que están en riesgo y combatir el narcotráfico que ha fortalecido a guerrilleros y paramilitares.

Dicen las cifras oficiales que 2,2 millones de hectáreas de bosque natural han sido destruidas en los últimos 10 años en el país para cultivar ilícitos.

Pero también, que 553.000 han logrado mantenerse libre de coca desde que existen los guardabosques, porque ha sido erradicada o porque las tierras han sido protegidas de la siembra.

Ser guardabosque es un acto de voluntad. Por eso, aunque San José del Guaviare es uno de los municipios más afectados por la coca, fue en Orito donde primero el Estado encontró un campesinado dispuesto a cambiar de vida.

Cincuenta y seis de las 120 veredas que tiene esta población acogieron el programa. Hoy, 3.406 familias reciben pago cada dos meses por mantener la tierra libre de cultivos ilegales. Del total de hectáreas liberadas en el país, cerca de 55.000 están en esa población, según el Gobierno.

Como la voluntad, jugó la presión de las fumigaciones. "Al lado de lo ilegal uno tenía algo de yuca y plátano pa' la comida. Pasaba la fumiga y ahí quedaban. Uno cortaba bajita la coca y la lavaba con leche pa' que volviera a retoñar, pero a los 15 días volvían a pasar las avionetas y era trabajo perdido. Los animales se achaqueaban y a los niños se les dañaba el estómago por tomar agua contaminada".

La confesión es de Enrique Cucardo, el que movió la erradicación manual en Malvinas. De las 45 familias de la vereda, 30 aceptaron ser guardabosques. Cada día, durante mes y medio, se turnaron para erradicar en minga.

Don Enrique, sembrador de coca durante cuatro años, ganaba trimestralmente hasta seis millones de pesos con las tres hectáreas que cultivaba. Hoy prefiere 800.000 pesos cada dos meses "que vivir fumigao".

El mercado, claró está, ya no es el mismo. "Cuando había coca la remesa (el mercado) era por bultos. La de ahora es de 80 mil o 100 mil pesos. Antes nos fiaban y nos esperaban a la cosecha. Ahora no. Dicen que de pronto el Gobierno acaba con el programa".

Metido entre el cultivo agonizante de yuca por el reciente baño con glifosato, se lamenta de que él y otros campesinos legales hayan pagado por los 15 rebeldes de la vereda. "Nos echamos 12 jornales sembrándola", se queja. Faltaban tres meses para la cosecha.

Fe amenazada

Don Enrique y Aníbal González, tal vez el mayor cultivador de coca de la vereda San Juan de los Palmares, están tratando de mantener la fe entre los guardabosques, amenazada por la fumigación. "Invierten mal. Nos pagan por erradicar y ahora nos matan los cultivos legales", dicen.

Los campesinos no culpan de su nueva desgracia al presidente Uribe, sino a la Policía Antinarcóticos. "Uribe es el único presidente que llegó directamente al campesino y no mediante esas ONG que hacían lo que querían con nosotros. El único que salió con esa inquietud de guardabosques, de darnos cinco millones por año".

Comparan lo de hoy con los proyectos que hizo el gobierno de Andrés Pastrana, que consideran perdidos.

"Si el Gobierno no nos fumiga, le prometemos que le seguimos cumpliendo. Tenemos que cumplirle, el jodido no es él, somos nosotros", dice una de las hijas de Don Enrique. Reniega de las jornadas enteras raspando hoja de coca, que le dejaban las manos heridas.

Como muchos campesinos comprometidos, está preocupada porque el fracaso de los guardabosques le daría razón a la guerrilla. Varios erradicaron a pesar del frente 48, que en algunas veredas prohibió arrancar y predicó que el Gobierno no iba a cumplir con la entrega del incentivo económico.

Sin embargo, el jefe guerrillero de toda la zona, según algunos, no impide ser guardabosque. Eso sí, promete protección a quienes no quieren terminar con los cultivos de coca.

De la vereda El Empalme hacia La Hormiga, donde las Farc tienen campamentos, nadie erradicó.

Los convertidos en guardabosques saben que solo recibirán dinero del Estado hasta el 31 de diciembre del 2006, pero para ese tiempo esperan haberles devuelto a los suelos la vocación agrícola.

Como antes de que la coca los tentara a todos, a finales de los años 80, por la facilidad para sacarla del campo y comercializarla.

El convencimiento es tal que ya 'Kiosco de la Rumba', la cantina que se llenaba de guardabosques borrachos durante los primeros pagos, ha perdido clientes.

A los comerciantes de víveres, al contrario, les ha crecido el negocio. Dicen que, al mercar, los guardabosques están reviviendo la economía. La plata de la coca, en cambio, se iba toda para Cali, con los intermediarios y los narcotraficantes.

Hoy guardabosques que gastan solo lo del mercado y ahorran lo que les queda en un fondo común, que, dicen, será para comprar hectáreas. Muchos son campesinos sin tierra.

Viveros, caña para trapiches, yuca para una procesadora ya en marcha y marraneras hacen parte de los sueños de hombres como Don Enrique, que le están cumpliendo a Uribe.

Puentes y vías es lo que le piden al Gobierno para poder llegar al pueblo con los productos. Los caminos de hoy son difíciles hasta para las bestias.

Trampas y sanciones

Detrás de los convencidos de su cambio de vida, de que la ganancia de la coca era para los comercializadores y no para los agricultores, hay quienes han burlado el Programa Guardabosques.

Se inscribieron, pero siguieron sembrando coca. "Porque 833.000 pesos no alcanzan a cubrir lo que se paga con la venta de la droga", o porque esa plata llega del odiado "gringo", que ha alimentado la fumigación y "la ruina".

Ya hay veredas sancionadas por incumplimiento. Algunos agricultores fueron castigados porque se inscribieron ellos y, aparte a sus mujeres, para recibir doble aporte.

"Pensaron que nadie se iba a dar cuenta. A mí la gente me decía: métame en el programa que esa no es plata suya. Pero si uno es alcahueta, pierde la vereda y pierde uno como presidente de junta y veedor de la erradicación", dice Don Enrique.

Los líderes como él recorren las zonas liberadas de coca para verificar que están siendo cultivadas, reforestadas, o al menos no resembradas con ilícitos.

Además de resiembra de coca, se han hecho otras trampas. Una mujer de Orito asegura que mecánicos, tenderos y hasta un policía le han sacado jugo a un subsidio pensado para campesinos pobres.

"Hay gente que erradicó y se está muriendo de hambre porque no ha logrado entrar al programa, mientras que un policía y su mujer, que también es empleada, están recibiendo subsidio usando la finca del suegro", cuenta.

Hubo gente, admiten en el Gobierno, que parceló fincas y le ofreció a cada campesino una hectárea en préstamo para obtener una comisión del dinero que le entregaba el Estado. Y no faltó quien cobró plata por conseguir cupos en el programa.

Sanciones por estas y otras razones dejaron en 3.406 las 3.908 familias inscritas al comienzo en Orito.

Ahora que la lista está depurada, los líderes de la erradicación esperan que las avionetas de fumigación no vuelvan a aparecer en el cielo.

Solo así podrán mantener vivos a los guardabosques, que ya ven pelechar cedros y granadillos en donde antes crecía la coca que los hacía campesinos ilegales.

'Levantaremos carta geográfica'

La denuncias sobre fumigación de los cultivos que remplazaron la coca en Orito, pero también en San Miguel y Puerto Asís (Putumayo), fueron hechas la semana pasada en el Congreso por el diputado de ese departamento Eder Jair Sánchez Zambrano y el sacerdote Campo Elías de la Cruz.

"Esta fumigación tocó proyectos productivos, proyectos de esperanza con los que muchos le apostaron a una nueva vida.

"Es posible que se hayan equivocado las avionetas, como en anteriores ocasiones, cuando las disculpas eran que el vecino tenía coca o que el campesino intercalaba la coca con cultivos de pancoger, pero esta erradicación fue verificada por la ONU", dijeron.

Eugenia Victoria Restrepo, directora del Programa de Desarrollo Alternativo, asegura que justo hace algunos días se acordó con la Policía Antinarcóticos el levantamiento de una carta geográfica que debe indicar dónde están los guardabosques y los cultivos alternativos para evitar que las avionetas vuelvan a fumigar allí.

La idea es lograr una completa coordinación entre las autoridades encargadas de los proyectos alternativos y las encargadas de las fumigaciones.

MARISOL GÓMEZ GIRALDO
Editora Nocturna