EL TIEMPO recorrió la zona donde el Ejército
ha destruido 114 laboratorios, solamente este año,
y que la guerrilla comparte con las autodefensas.
Desde principios de enero el Ejército penetra el corazón
de los llamados cristalizaderos de la droga, un rústico
'complejo' cocalero que alberga más de 140 laboratorios
para procesar el alcaloide en las entrañas de la selva.
Esta 'ciudad de la coca' está ubicada en las estribaciones
del río Nulpe, zona totalmente selvática, donde
las Farc deben autorizar el tránsito desde el río
Güiza, área enclavada en el suroccidente de Nariño,
según les informaron a los periodistas unos hombres
de la región.
"Encontramos los laboratorios organizados, si así
se puede decir, en grupos de a tres por 'finca'. Cada grupo
estaba como a cuatro kilómetros del otro, y así
sucesivamente", explica el oficial de inteligencia del
ejército que está al frente de las operaciones.
EL TIEMPO encontró allí a campesinos intentando
'salvar' las hectáreas de coca del glifosato que llueve
de los aviones del Plan Colombia.
A orillas de los caños que quedan entre esos dos ríos
se encuentra la mayor cantidad de cultivos. Sus pobladores,
algunos nativos de la región y otros antiguos desplazados
del Putumayo y Caquetá, sostienen a sus familias con
la cosecha de dos o tres hectáreas de coca.
"No es mucho lo que pagan, pero la verdad nos alcanza
para vivir. No tenemos posibilidad de comercializar otra cosa
porque nadie la compra. Aquí lo único que vende
es la coca", dice a media lengua Elisa*, una mujer entre
india y mestiza.
Mientras mira los cultivos, su pequeño hijo de cinco
años, que anda mocoso y descalzo por entre las matas,
se agarra de su falda. En el trayecto, un anciano intenta
salvar la coca de la fumigación.
Oculta su rostro de la cámara fotográfica y
repite sin preguntarle, que a él le pagan por rociar
las hojas, pero que no es el propietario de ese cultivo.
En un tanque que carga en la espalda lleva cinco galones
de agua revueltos con azúcar. "Las hojas quedan
melcochudas y cuando les cae el químico se pega, luego
las lavan y así no se mueren", explica la mujer.
Esa es la táctica que emplean para no perder la cosecha.
Otros lo hacen con aguapanela, o intentan esconder las matas
entre las plantaciones de plátano.
Farc y 'paras'
Nadie de ellos se atreve a decir a quién le venden
la hoja de coca, pero para los organismos de seguridad del
Estado y para todo tipo de autoridades locales, es un hecho
que el dominio de la zona se lo 'reparten' entre el frente
29 y las columnas 'Daniel Aldana' y 'Mariscal de Sucre' de
las Farc y el bloque 'Libertadores del Sur' de las autodefensas.
Cada grupo armado controla un tramo de los ríos Nulpe
y Güiza, que desembocan en el Mira. Este a su vez llega
hasta el cabo Manglares, donde deposita sus aguas en el océano
Pacífico. Allí también terminan las lanchas
y las chalupas cargadas con la droga, según el propio
relato de habitantes de la región.
Un guerrillero de la columna 'Daniel Aldana' que se entregó
a la Armada en Tumaco explicaba que una vez la coca sale de
los laboratorios, se vende a otros que se encargan de sacarla
del país. "La mercancía la compran los
civiles en 'los Chongos' ya cristalizada, la sacan en lanchas
y por tierra, nunca vi avionetas", decía el desertor
a los militares.
"Semanalmente muchas veces compran 80 ó 100 kilos.
Cada kilo lo pagan a dos millones y medio", anotó
haciendo referencia a una de las áreas de laboratorios.
La zona ha sido una de las más inhóspitas.
De hecho, en unos primeros intentos de agosto del año
pasado, la Brigada contra el Narcotráfico perdió
incluso a un oficial en las refriegas con guerrilleros que
no permitían que las tropas se acercaran.
Esta nueva fase de operaciones comenzó a finales del
año pasado. "La localización de los cultivos
se hizo primero por satélite, luego se verificó
el área con inteligencia técnica con ayuda de
la Armada y la Fuerza Aérea y el 21 de diciembre empezó
la planeación de la operación", dice el
oficial ya mencionado.
En la zona se contabilizaron 35.000 hectáreas sembradas
con hoja de coca a finales del año pasado, lo cual
querría decir que han crecido los cultivos en esta
zona del país, ya que en el 2002 habían 15.000
hectáreas.
La operación
La última semana de diciembre llegaron a la base de
Infantería de Marina en Tumaco los 450 hombres de la
Brigada Contra el Narcotráfico (Brcna) responsables
de dar el golpe.
El general Carlos Suárez Bustamante instaló
el puesto de mando y se coordinó el primer desembarco.
Los militares bordearon el norte de Nariño pasando
por los municipios de Roberto Payán, Panga y Barbacoas.
Por el río Patía y Telembí se encontraron
varios cristalizaderos y nutridos cultivos. Sin embargo, con
el paso de los días, la tropa fue penetrando la selva
de Nariño hasta el río Nulpe. Después
de diez días de romper manigua y sin poder recibir
abastecimientos porque el clima y la geografía no permitían
apoyo aéreo, los soldados se encontraron con un verdadero
complejo de enormes cristalizaderos y laboratorios camuflados
entre los árboles.
Construcciones en madera y guadua albergaban cocinas con
hornos, trituradoras, enormes plantas eléctricas, secadoras
y mezcladoras que tenían capacidad para procesar cerca
de 15 toneladas de hoja de coca semanalmente, según
el cálculo del Ejército.
Esta hoja procesada se convierte en cuatro toneladas de base
de coca cada semana y de seis a siete toneladas de pasta de
coca, con un precio en el mercado internacional de 25 mil
dólares el kilo.
La llegada de los militares a los cristalizaderos, permitió
empezar la fumigación en la zona. "En tres meses
de operaciones se han fumigado 27 mil hectáreas y la
meta son las 35 mil", señaló uno de los
oficiales que participa en la operación 'Dinastía'.
El comercio de Llorente
Después de abandonar la zona rural y retomar la carretera
que comunica a Tumaco con Pasto, se encuentra el corregimiento
de Llorente, un poblado distante hora y media del puerto,
con 2.000 habitantes, que los fines de semana se crece hasta
los 8.000.
"Los sábados y domingos la calle de Llorente
es un hervidero humano", dice el capitán Édgar
Cardozo Quintero, comandante de la estación de Policía,
inaugurada apenas hace mes y medio. Es la única autoridad
allí después de mucho tiempo sin corregidor,
inspector o algún otro funcionario.
Los sábados y domingos los raspachines aprovechan
para divertirse, y esa calle principal, que es la misma carretera
que llega a Pasto, hace las veces de hall de almacenes, peluquerías,
restaurantes, puestos de teléfono, bares y boutiques,
donde se pueden conseguir jeans de 200 y 300 mil pesos y whisky
a 200 mil la botella.
"Para entre semana tenemos una carta de precios y para
los fines de semana otra", dice Freddy, el propietario
de una frutería. Así las cosas, los jugos en
agua cuestan 4.000 pesos un martes y 9.000 los sábados.
Lo mismo ocurre con las tarifas de las cerca de 500 prostitutas
que han llegado a contabilizar los policías (el centro
de salud tiene registradas 117). Los domingos cobran hasta
por 700 mil pesos la hora, según el relato de algunos
clientes.
Los teléfonos
Y ni hablar de las 'cabinas telefónicas'. Son unos
30 pequeños puestos de madera con letreros que ofrecen
llamadas a celular a 300 pesos el minuto. Lo paradójico
es que en Llorente no hay señal de celular y por medio
de antenas piratas y modernos aparatos logran hacer la llamada.
Comerciantes y pobladores cuentan con cautela que tal 'prosperidad'
se debe al negocio de los cultivos. "Si no existieran,
no tendríamos con qué comer y mantener a nuestras
familias", señalan.
Sobre los dueños prefieren no decir mucho. Algunos
se atreven a comentar que la gran mayoría de hectáreas
están arrendadas por la guerrilla, los 'paras' les
cobran impuesto de movilización por los ríos
y los "señores de Cali", les tienen subarrendadas
varias hectáreas a las Farc.
Esos 'señores de Cali' llegan algunas veces hasta
Llorente, para cerrar negocios. Sin embargo, el sitio de encuentro
se ha trasladado hasta puntos como La Playa, sobre el río
Mira, o La Honda, distante tres horas a caballo de Ecuador.
"Allá es bueno para raspar", dice uno de
los hombres que va rumbo a La Guayacana, un caserío
cercano a Llorente, que tiende a convertirse en otra ciudadela
de comercio.
Todos admiten que por estos días el negocio se ha
puesto malo por las fumigaciones. Pero el dilema es ¿por
cuánto tiempo será efectiva la fumigación?.
Para la Brigada Contra el Narcotráfico la tarea que
se ha hecho es titánica. "Poder cubrir una zona
tan extensa, selvática y lograr neutralizar tantas
hectáreas, nos ha costado mucho, pero los resultados
hablan por sí solos (ver gráfico)", señala
el oficial encargado de la operación.
Paralelo a este trabajo, la administración distrital
de Tumaco, epicentro de la operación, espera que las
fumigaciones vengan de la mano de inversión social.
"Mientras no podamos sembrar plátano y comercializarlo,
no podemos dejar los cultivos de coca", concluye un campesino.
¿Aumentan los cultivos?
Según las estadísticas de los últimos
años, las hectáreas sembradas de coca en Nariño
han aumentado considerablemente.
En 1999 había sembradas 4.000 hectáreas de
coca en todo el departamento; El registro del 2000 mostró
un aumento a 7.494 hectáreas; En el 2001, la cifra
subió a 9.300 hectáreas cultivadas.
En el balance del 2002 se habló de 15.000 hectáreas
y a finales del 2003, cuando se hizo el estudio para lanzar
la operación 'Dinastía', fueron detectadas 35.000,
de las que ya se han fumigado 27.000. Quedarían faltando
8.000 hectáreas por erradicar.
El hallazgo de la 'nueva ciudad de la cocaína', esta
de los grupos alzados en armas, ocurre 20 años después
de que la Policía golpeara el más grande centro
de producción de coca del otrora poderoso cartel de
Medellín.
Aquella vez, en marzo de 1984, en la famosa toma de 'Tranquilandia'
en las sabanas del Yarí (Caquetá), destruyeron
un complejo de 14 laboratorios, quemaron 13,8 toneladas de
cocaína y decomisaron siete aeronaves.
JINETH BEDOYA LIMA
Enviada especial de EL TIEMPO
ZONA DEL NULPE (NARIÑO)
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